Eclesiastés - Parte 3

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ECLESIASTÉS
Publicado
18-June-2021

Una visión impregnada de temporalidad

Por Alberto S. Calviño.

Ya vimos que el libro de Eclesiastés no permite conocer como es una visión impregnada de temporalidad, todo el discurso de Salomón está ligado, atado y condicionado a “esta vida”. Y esta visión es trágica por lo que produce en quien la posee. Una de las verdades que podemos descubrir de estas palabras es que la visión impregnada de temporalidad produce frustración y desencanto. Este es el tono central de todo el libro. Es interesante contrastar las palabras del mismo escritor quien comienza el libro de Proverbios con una sublime declaración: “El temor del Señor es el principio de la sabiduría”. Ahora, después de varios años y habiendo pasado mucha agua bajo el puente, comienza con este discurso de la siguiente manera: Cap. 1:1-2 “Estas son las palabras del Maestro, hijo de David, rey en Jerusalén. Lo más absurdo de lo absurdo, —dice el Maestro—, lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo!”

Es el mismo Salomón, pero en realidad es otro. Es la misma persona, pero con otro enfoque diametralmente opuesto. Es interesante notar que esta expresión “absurdo” (vanidad en otras versiones), aparece 27 veces en este libro, 5 veces solo en el vs. 2. Esta palabra significa “vacío” o “vano”, y representa algo transitorio e insatisfactorio. Al continuar la lectura tomando como base los versículos donde aparece esta palabra, veremos de qué manera este hombre que había alcanzado la cima del éxito en casi todas las áreas de su vida, llega a un estado de profunda decepción y frustración.

Cap. 1:14 “Y he observado todo cuanto se hace en esta vida, y todo ello es absurdo, ¡es correr tras el viento!” Aquí aparece una segunda expresión ligada a la anterior que se repite 9 veces en este libro: “correr tras el viento”. Piensa por un momento en esta expresión y trata de imaginarte corriendo y corriendo para alcanzar y atrapar al viento. Esta frase representa en primer lugar el esfuerzo por alcanzar algo, por eso corremos, para alcanzarlo. Es el esfuerzo por algún tipo de logro personal, familiar, laboral, ministerial, etc. En segundo lugar nos deja ver la imposibilidad y la inutilidad del esfuerzo realizado. Porque jamás podrás alcanzarlo. ¿Qué puede haber más frustrante que esto?

Pero sigamos al Cap. 2:1 “Me dije entonces: «Vamos, pues, haré la prueba con los placeres y me daré la gran vida». ¡Pero aun esto resultó un absurdo!” Sin dudas este hombre tenía todas las posibilidades para darse la gran vida. Era un rey y no había impedimento para el cumplimiento de sus deseos más extravagantes. Sin embargo estas palabras nos revelan la falta de un sentido de trascendencia. El dice: “Vamos, ya que todo es absurdo y nada tiene sentido, por lo menos la voy a pasar bien y me voy a dar todos los gustos”. Hay aquí una gran verdad: Cuando la visión está impregnada de temporalidad no se puede ver nada “más allá” y por lo tanto se busca la satisfacción en el “más acá”. Estas palabras representan además la búsqueda infructuosa del placer por el placer mismo, aquello que se ha dado en llamar “hedonismo”. Y cuando alguien hace del placer el centro de su vida y la meta de sus esfuerzos, el resultado no puede ser otro que frustración y desencanto.

La visión impregnada de temporalidad produce frustración y desencanto. Esta es una de las lecciones que encontramos en Eclesiastés. Es tan fuerte este pensamiento que atraviesa todo este discurso.

Sigamos con Cap. 2:11 “Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida.” ¡Wow, que bajón! ¡Qué nivel de negatividad! Lo primero que se destaca de estas palabras es la búsqueda de la realización personal como fuente de satisfacción. Él había considerado todos sus logros, todos sus éxitos y aunque fueron muchos, permanecía en él esa sensación de vacío, de la nada misma. La visión impregnada de temporalidad lleva a las personas a un enfoque desmedido en el provecho personal. ¿Qué gano con esto? sería la pregunta recurrente. No hay lugar en este pensamientos para el bien común, para el propósito de Dios, todo el enfoque está centrado en su propia satisfacción, la cual le era esquiva. 

Pero hay más, mucho más, en Cap. 2:15 “Me dije entonces: «Si al fin voy a acabar igual que el necio, ¿de qué me sirve ser tan sabio?» Y concluí que también esto es absurdo” Presta atención al punto en que desemboca esta línea de pensamiento. Hay aquí un elemento altamente peligroso y corrosivo. Salomón entra en una escalera descendente y cada vez hay más oscuridad y necedad en sus palabras. Nunca olvides que se trata del hombre más sabio que había sobre la faz de la tierra. Llega aquí al punto de preguntarse si vale la pena ser sabio. En otras palabras, para qué le dio Dios tanta sabiduría si de todos modos va a terminar igual que el necio. Veo en estas tenebrosas palabras lo que he llamado “un permitido peligroso”. 

Todos sabemos que cuando alguien está a dieta, se utiliza este concepto que refiere a un día donde podemos comer lo que nos apetezca, porque ese día está permitido. En lo relacionado al uso de los pensamientos, puedo notar que Salomón comenzó a permitirse algunos pensamientos ligados a las filosofía humanas, terrenales y tal vez contemporáneas, que lo fueron llevando a un hoyo profundo del cual, lejos de salir, cada vez se enterraba más y más. Qué advertencia para nosotros que a veces también podemos permitirnos pensar por fuera de la concepción de la eternidad y nos dejamos absorber por el pensamiento imperante de nuestro tiempo, pensamientos que no están basados en la verdad, creyendo que podemos manejarlos. 

Sin embargo un pensamiento llevará a otro más oscuro y ese a otro y así sucesivamente hasta postrarnos en la más profunda oscuridad y depresión. Esto es lo que sucedió con Salomón, comenzó con el pensamiento de que todo era absurdo y eso lo llevó a cuestionar sus logros personales, la sabiduría que Dios le había otorgado y hasta borrar la línea divisoria entre lo que conviene y lo que no conviene. Pero lo más triste es que este no es el último peldaño de esta escalera descendente, sino que continúa hacia niveles de profundidad y oscuridad difíciles de comprender en el pensamiento de un hombre que había sido dotado con tanta sabiduría.